La idea del infierno en las diferentes religiones

El infierno es un lugar de castigo póstumo para los pecadores, en el que sufren severos tormentos por las atrocidades cometidas durante la vida. Más a menudo se contrasta con el Paraíso. Las ideas sobre el infierno son comunes a la mayoría de las religiones conocidas, pero cada nación pintó su propia imagen de cómo calcular las cosas.
Tuonela
La versión finlandesa del más allá se llama Tuonela. Se encuentra bajo tierra en algún lugar del extremo norte. Un río con el mismo nombre fluye en un profundo desfiladero, que sirve como frontera de los mundos. Sus aguas no son más que un torrente de espadas y lanzas afiladas. Puedes entrar en Tuonela y regresar cruzando un puente tan delgado como un hilo.
Según las antiguas creencias finlandesas, las almas de los muertos llegaban por primera vez a las orillas del sombrío río Tuoni, donde eran recogidas por un sirviente de la muerte llamado Tutti para ser entregadas al más allá. Curiosamente, en Tuonela nadie fue frito en sartenes ni colgado de las costillas con ganchos. Era un reflejo sombrío y triste de la existencia terrenal, por así decirlo, a través del espejo. Los muertos se llevaron lo necesario al camino para hacerse la vida más fácil en un mundo extraño y hostil.
Además, a los fallecidos se les permitía recibir visitas vivas si se atrevían a pasar bajo tierra e intentar cruzar el puente. Sin embargo, la mayoría de las veces estos intentos terminaron en fracaso. El obstáculo más terrible era el río Tuoni, en el que pululaban serpientes venenosas en lugar de agua.
En Tuonela, las almas no sufrían tortura física, sino el hecho de que sus vidas eran interminables.
Duat
En el Antiguo Egipto, el infierno se llamaba Duat. Al principio, los egipcios creían que estaba en el cielo, porque las almas de los difuntos se fusionaban con las estrellas, sin embargo, más cerca de la era del Reino Medio, ellos, como muchos otros pueblos, trasladaron su infierno a la clandestinidad.
Antes de entrar en la Duat o en los bellos Campos de Ialu, el egipcio debía pasar por muchas pruebas. Su camino está descrito en detalle en el Libro de los Muertos. Al final, su corazón era pesado por Anubis con cabeza de chacal y, dependiendo de si la persona era buena o mala, era enviada al Infierno o al Cielo. Si un alma era condenada a la eternidad en la Duat, su corazón era devorado por el demonio Ammut, enviando así al alma más allá de las puertas del infierno. Allí el difunto fue juzgado nuevamente y castigado severamente: desde caminar constantemente boca abajo hasta las torturas más sofisticadas.
Casa de mentiras
Según la religión zoroástrica, el alma también era sometida a una prueba post-mortem. Tuvo que cruzar el puente Shinawatra, que separa el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Este camino era extremadamente peligroso: el puente no era más grueso que un cabello y tan afilado como una espada afilada. Estaba custodiado por dos perros de cuatro ojos. Sólo aquellos que vivían según el principio de las buenas obras, palabras e intenciones podían cruzarlo. El resto se lo llevó el infierno de fuego.
Los zoroastrianos la llamaron la Casa de las Mentiras, en la que los malvados eran alimentados con comida podrida y torturados constantemente por hordas de demonios: a cada uno de ellos se le asignaba un determinado pecado. Las descripciones de esta Casa varían de un texto sagrado a otro, pero las características enumeradas eran comunes a todas las versiones.
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A pesar de las diferencias visibles en la mitología, cada pueblo creía firmemente que tendría que responder por sus acciones. No en este mundo, también en el otro. Y aunque el castigo no sea una tortura eterna con hierro, los pecadores se arrepentirán mil veces de sus crímenes.