Reyes malditos
A principios del siglo XIV, Francia era un estado próspero y poderoso en el corazón de Europa. Esto se debía, en gran parte, a la gestión de su monarca, Felipe IV el Hermoso, quien dejó un legado de poder monárquico sólido, alianzas políticas y estabilidad interna. Sin embargo, apenas 14 años después de su muerte, la dinastía de los Capetos, a la que pertenecía, se extinguió, abriendo paso a la rama de los Valois. Francia se sumió en disturbios internos, las tensiones con Inglaterra escalaron, y comenzó la Guerra de los Cien Años.
La maldición de los Templarios
La leyenda cuenta que la caída de la dinastía de Felipe IV fue el resultado de una maldición lanzada por Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden Templaria, antes de ser ejecutado. Aunque muchos no creen en fuerzas sobrenaturales, la sucesión de eventos trágicos que siguieron a la muerte de Felipe le dan un toque misterioso a esta historia.
La muerte de Felipe el Hermoso
Felipe IV sometió a la Orden Templaria a una implacable persecución. La razón principal de esta campaña era doble: por un lado, el monarca deseaba eliminar la enorme influencia política de la orden, que no respondía a su autoridad. Por otro, ansiaba los tesoros que los Templarios habían acumulado, con la esperanza de llenar las arcas del reino.
Tras ser sometido a torturas, Jacques de Molay, de 70 años, fue quemado en la hoguera. Según la leyenda, desde las llamas maldijo a Felipe IV y al Papa Clemente V, prediciendo que ambos morirían antes de un año. En un mes, Clemente V falleció. Ocho meses después, Felipe IV murió repentinamente a los 46 años. La primera parte de la maldición parecía haberse cumplido, pero Jacques de Molay también condenó a los descendientes de Felipe.
La tragedia de sus herederos
Luis X el Obstinado fue el primero de los hijos de Felipe en subir al trono. Sin embargo, su reinado fue breve y marcado por la inestabilidad. Más que gobernar, estaba obsesionado con tener un heredero varón. Después de que su primera esposa fuera encarcelada y asesinada por adulterio, se casó nuevamente con Clementia de Hungría, esperando asegurar la sucesión.
Aunque su nueva esposa dio a luz a un hijo, Luis murió de forma repentina antes de conocer a su heredero, a la edad de 26 años.
Juan I póstumo: un reinado efímero
El hijo de Luis X fue proclamado rey desde su nacimiento, pero su reinado duró apenas 5 días. Las causas de su muerte nunca se conocieron con certeza; algunos creen que fue envenenado, mientras que otros señalan la alta mortalidad infantil de la época. Sin embargo, en el contexto de los trágicos destinos de la familia, su muerte resulta inquietante.
Felipe V el Largo: ambición y tragedia
El segundo hijo de Felipe IV, Felipe V, se convirtió en regente tras la muerte de su hermano y aprovechó su posición para maniobrar hacia el trono. Sobornando a miembros del consejo de estado, promovió la Ley Sálica, que excluía a las mujeres (incluida la hija de Luis X) de la línea de sucesión, lo que provocaría más tarde la Guerra de los Cien Años.
Aunque Felipe V demostró ser un gobernante activo y continuó con las políticas de su padre, su destino fue igualmente trágico: murió a los 30 años, dejando el trono sin un heredero varón.
Carlos IV el Hermoso: el último de los Capetos
El último de los hijos de Felipe IV en gobernar fue Carlos IV, quien, al igual que sus hermanos, tuvo un reinado breve y lleno de dificultades. La muerte de su único hijo varón a los 8 años fue un golpe devastador. Carlos se casó en tres ocasiones para asegurar la sucesión, pero solo tuvo hijas.
Finalmente, Carlos IV murió tras 6 años de reinado, sin un heredero que pudiera continuar la dinastía. Así, los Valois ascendieron al trono y la línea directa de los Capetos se extinguió.
La sombra de la maldición
Ninguno de los hijos de Felipe el Hermoso alcanzó los 33 años, una edad simbólica que la leyenda asocia a la maldición de Jacques de Molay. Sin embargo, más allá de las historias místicas, es evidente que la sed de poder, las intrigas políticas y las luchas por el trono desempeñaron un papel decisivo en la desaparición de la dinastía.
Aún hoy, la historia de los malditos reyes y el misterioso final de los Capetos permanece como un recordatorio de cómo los acontecimientos históricos pueden entrelazarse con supersticiones y secretos ocultos de la Orden Templaria.