La figura de Olentzero: Un carbonero generoso en la tradición vasca

Ilustración de Olentzero caminando por la nieve con un saco a cuestas, fumando una pipa, mientras se dirige hacia una casa iluminada en un paisaje montañoso bajo un cielo estrellado.

En el imaginario navideño de España, Olentzero es el protagonista de una de las tradiciones más singulares y queridas del País Vasco y Navarra. Se le representa como un carbonero bonachón que baja de las montañas el 24 de diciembre para repartir regalos a los niños. Su figura se diferencia claramente de Papá Noel o de los Reyes Magos: viste ropa de trabajo, suele llevar boina (txapela), un pañuelo al cuello, pipa y manos manchadas de carbón. Además de ser un personaje festivo, Olentzero constituye un símbolo del solsticio de invierno y de la renovación de la naturaleza.

Origen y mitología

Un personaje con raíces precristianas

La teoría más extendida sitúa los orígenes de Olentzero en épocas anteriores a la cristianización. El antropólogo Claude Labat y otros estudiosos señalan que este personaje está vinculado a las celebraciones del solsticio de invierno; su aspecto viejo y desaliñado simboliza el tiempo que termina, mientras que su quema ritual y la aparición del fuego representan la destrucción del pasado y la llegada de un nuevo ciclo. Según el investigador Iñaki García Uribe, la tradición de sacar un muñeco antropomorfo por las calles y quemarlo se originó en la zona de Lesaka, desde donde se extendió al resto de Euskal Herria.

El solsticio de invierno ha sido celebrado en numerosas culturas como un momento de renovación. En la mitología vasca, la quema del tronco de navidad (sukilero, la tronca, tió, rabasa según la región) se asociaba con Olentzero. También existían ritos donde un hombre con “tantos ojos como días del año” paseaba la víspera de Nochevieja, personificando un calendario humano. Estas ceremonias estaban destinadas a dejar atrás el tiempo viejo y propiciar el renacer del sol y de la naturaleza.

Leyendas antiguas

Existen varias leyendas que explican la presencia de Olentzero en el folclore vasco. Una de las más conocidas, recogida por el antropólogo Joxemiel Barandiaran, lo presenta como el más joven de los jentiles (gigantes de la mitología vasca). Cuando los jentiles vieron una estrella especialmente brillante, el anciano del grupo anunció: “Ha nacido Kixmi; es el fin de nuestra era”. Todos se arrojaron a una sima excepto el más joven –Olentzero–, quien bajó al pueblo para anunciar a los hombres la llegada del cristianismo. Así, el personaje quedó asociado a la buena nueva del nacimiento de Jesús y al paso de la religión pagana a la cristiana.

Ilustración de un hada en un bosque entregando un bebé envuelto en una manta a una mujer, mientras un hombre observa, todo rodeado por un ambiente místico y verde iluminado por pequeñas luces flotantes.

Otras historias hablan de un hada que encontró a un bebé entre helechos y lo entregó a una pareja sin hijos. El niño creció en el bosque y se hizo carbonero; su felicidad radicaba en ayudar a los demás, por lo que comenzó a fabricar juguetes para los pequeños cuando bajaba a vender carbón. En un acto heroico, murió mientras salvaba a vecinos de un incendio, y el hada le concedió la misión de repartir regalos cada invierno.

El significado del nombre

El nombre del personaje ha sido objeto de debate lingüístico. Las variantes Olentzero, Olentzaro, Orantzaro, Onentzaro u Onentzaro dependen de la localidad. La etimología más aceptada procede de las palabras vascas on, onen (“bueno”) y zaro (“época”); por tanto, olentzaro significaría “época de lo bueno”. Esta hipótesis ya fue planteada en el siglo XVII por Lope de Isasti y retomada después por Resurrección María de Azkue. Otras teorías, menos extendidas, lo relacionan con la liturgia cristiana de los días 17‑23 de diciembre (cantos que empiezan con la letra “O”) o con el término oles (“plegaria”), pero no han tenido la misma aceptación.

Relación con el tronco y la quema

La quema del muñeco de Olentzero tiene su origen en rituales agrícolas. Alrededor del solsticio, se encendía un pesado tronco de navidad cuya ceniza se guardaba como símbolo de purificación. En muchas aldeas, los jóvenes portaban un muñeco hecho de paja y trapos; tras recorrer las calles pidiendo aguinaldo, lo quemaban en la plaza. Esta práctica simbolizaba la renovación de la comunidad y la eliminación del pasado, tal como explica la etnografía de Juan Garmendia Larrañaga.

Evolución histórica de la figura

De la Edad Media al siglo XIX

Las referencias escritas a Olentzero son escasas hasta finales del siglo XIX. Según investigadores como Resurrección María de Azkue y Joxemiel Barandiaran, la tradición era principalmente oral. Diversos registros forales mencionan que en Nochebuena, niños y adolescentes salían en postulación: recorrían calles y caseríos cantando y recogiendo alimentos, el único día del año en que se permitía pedir limosna. Estos alimentos se compartían en una cena comunitaria, reforzando el carácter solidario de la celebración.

Durante siglos, la figura de Olentzero se mantuvo circunscrita al área del Bidasoa (entre Lesaka y Oiartzun) y a algunas zonas de Gipuzkoa y el norte de Navarra. Su rol variaba: en algunas localidades se le consideraba un hombre sabio y elegante; en otras, un tonto vestido con harapos. El cristianismo transformó su función de anunciador del solsticio en anunciador del nacimiento de Jesucristo. La Iglesia caricaturizó su fisonomía, atribuyéndole barriga y afición a la bebida.

Influencias del siglo XX

A mediados del siglo XX, el auge de las ikastolas (escuelas en euskera) y los movimientos culturales vascos impulsó la difusión de Olentzero. A partir de los años 1970 y 1980, la Federación de Ikastolas decidió promover un personaje navideño propio para contrarrestar la influencia de Papá Noel y Santa Claus. Paralelamente, las comunidades en el extranjero comenzaron a organizar eventos con Olentzero para las diásporas, aunque la figura seguía siendo poco conocida fuera de las zonas vascas.

La antropóloga Oier Araolaza explica que hasta entonces la tradición no se había generalizado; su expansión se debe al impulso de las escuelas y asociaciones culturales. La primera representación documentada del personaje en Pamplona data de hace unas seis décadas, cuando la fiesta llegó desde Lesaka. Desde entonces, se ha convertido en un símbolo regional que convive con otras figuras navideñas.

Incorporación de Mari Domingi

En la década de 1990 surgió un debate sobre la necesidad de feminizar el relato. En 1994, Donostia/San Sebastián incorporó a Mari Domingi como compañera de Olentzero. Esta figura, inspirada en una canción popular, fue presentada como una mujer trabajadora que ayuda al carbonero en la entrega de regalos. La incorporación buscaba promover valores de igualdad y equilibrar el protagonismo masculino en las tradiciones navideñas.

"Ilustración estilo dibujo animado de Mari Domingui y Olentzero caminando por un sendero rodeado de paisaje campestre, con ella cargando un saco y él llevando una linterna. Ambos tienen un aire simpático y alegre, con ropa tradicional de la época.

Influencia del consumo y de Papá Noel

La imagen de Olentzero se ha modernizado gradualmente. Mientras que las versiones tradicionales lo presentan sucio y fumando en pipa, las representaciones comerciales prefieren un personaje limpio, con barba y sin tabaco. Asimismo, se han añadido atributos típicos de Papá Noel y los Reyes Magos, como la barba blanca, los juguetes modernos y la costumbre de escribir cartas. La publicidad ha transformado al carbonero en un embajador de buena voluntad, con un enfoque más materialista.

En las últimas décadas, la figura se ha estilizado: hoy se le representa con un físico más saludable, a veces con pareja (Mari Domingi) y sin su famosa pipa. En redes sociales circulan versiones digitales del personaje y se han popularizado muñecos de fabricación industrial, incluso procedentes de China.

Manifestaciones regionales y variantes

La cuna de Lesaka y el Valle del Bidasoa

Según la investigación de Iñaki García Uribe, la tradición documentada más antigua de Olentzero procede de Lesaka, un municipio navarro situado en el valle del Bidasoa. Los habitantes sacaban un muñeco de trapo la víspera de Nochebuena, lo paseaban por las calles mientras pedían aguinaldo y finalmente lo quemaban, simbolizando el fin de un ciclo. Este rito, de carácter juvenil, incluía también la recolección de alimentos que luego se compartían en una cena común.

En Lesaka y pueblos cercanos, la tradición ha perdurado de forma ininterrumpida. Durante la dictadura franquista, cuando se prohibían manifestaciones de identidad vasca, se siguieron celebrando concursos de muñecos de Olentzero. Hoy, Lesaka organiza una kalejira (pasacalles) el 24 de diciembre, donde una figura articulada del carbonero recorre las calles acompañada de música y se hace un acto simbólico de quema.

Gipuzkoa y el Goierri

En las comarcas de Gipuzkoa (especialmente Oiartzun, Andoain, Tolosa o Zarautz) la fiesta adopta distintas denominaciones: Onentzaro, Orenzago u Orentzaro. Históricamente, Olentzero bajaba al pueblo en compañía de los jóvenes que cantaban coplas y pedían alimentos. Con el tiempo, la tradición se transformó en desfiles animados por grupos de danza, gigantes y cabezudos. Algunas localidades mantienen la costumbre de quemar el muñeco, mientras que otras han sustituido la quema por la personificación del personaje.

En Donostia/San Sebastián, la introducción de Mari Domingi en 1994 ha dado lugar a una cabalgata en la que ambos personajes desfilan juntos. La organización suele recaer en ikastolas, grupos culturales y asociaciones de padres. En ciudades más grandes se ha optado por encarnar al personaje con actores, lo que aumenta la interacción con los niños.

Navarra y la fiesta de Pamplona

Navarra presenta varias variantes. En el norte y zonas del Bidasoa se mantiene la tradición de Lesaka; en Pamplona y otras ciudades se celebra una gran cabalgata. La Asociación Amigos de Olentzero de Pamplona destaca que la figura “une el presente y el pasado” y representa el solsticio de invierno. En la capital navarra, unos 800 participantes se disfrazan de caseros y acompañan al muñeco a través de un desfile con gallinas, cerdos, ovejas y otros animales. La ruta recorre las calles más emblemáticas hasta el Ayuntamiento, donde el alcalde coloca un pañuelo al personaje.

Pamplona también acoge diversas actividades: talleres de manualidades para niños, mercados navideños con productos artesanales y conciertos de villancicos en euskera. La tradición se ha adaptado para que los regalos lleguen con más tiempo que con Papá Noel; los niños navarros pueden disfrutar de sus juguetes durante toda la Navidad.

Álava y Bizkaia

En Álava, la celebración se ha extendido en las últimas décadas. Aunque no existía una tradición tan arraigada, muchas localidades organizan desfiles en colaboración con ikastolas. En Vitoria-Gasteiz, se realiza un pasacalles por el casco histórico y se recogen cartas para el carbonero. En Bizkaia, la fiesta adquiere un tono didáctico gracias a Izenaduba Basoa en Mungia, el primer parque temático dedicado a la mitología vasca. El parque está situado en Landetxo Goikoa, un caserío del siglo XVI considerado el más antiguo de la provincia. Allí, los visitantes pueden conocer al burro Napo –compañero inseparable de Olentzero– y participar en actividades como el huerto de las brujas, simuladores 3D y visitas teatralizadas.

Pintura de un burro frente a una casería vasca en un paisaje nevado, con montañas al fondo y árboles sin hojas.

Iparralde (País Vasco francés) y la diáspora

Al otro lado de los Pirineos, en el País Vasco francés (Iparralde), la figura se fusionó con Papá Noel más rápidamente que en España. En localidades como Bayona o Hendaya se celebra un desfile fluvial en el que Olentzero llega por el río. En Iparralde las representaciones pueden ser de un hombre elegante con barba blanca o de un carbonero desaliñado, lo que refleja la diversidad de interpretaciones. Las comunidades vascas en la diáspora (América, Europa) celebran el personaje de forma desigual; algunas desconocen sus detalles debido a su difusión tardía. Centros vascos de Estados Unidos y Argentina organizan festivales con Olentzero para mantener viva la tradición entre los descendientes.

Nombres alternativos y variantes locales

La diversidad lingüística de Euskal Herria se refleja en la variedad de nombres: Olentzero es la forma común en Gipuzkoa; Olentzaro se usa en Lesaka y Bera; Orantzaro en Beruete y Leiza; Onentzaro en Larraun. Pio Baroja, en sus relatos, recoge variantes como Orenzago y Orentzaro. Todas estas denominaciones derivan de la idea de “época de lo bueno” o “época de los buenos”. La diversidad de nombres subraya el carácter local de la tradición y su transmisión oral.

Rituales, símbolos y elementos materiales

El vestido del carbonero

La iconografía de Olentzero es inconfundible. Tradicionalmente, se le representa como un hombre robusto y desaliñado, con barba negra o gris, boina (txapela), pantalón de pana, albarcas y ropa manchada de carbón. Lleva una pipa que, en las versiones modernas, a veces se elimina por razones sanitarias. Su rostro suele estar sonrosado por el frío y el vino, y se acompaña de un saco de juguetes y de la pala que utiliza para hacer carbón.

Canciones y coplas

El canto es un elemento fundamental. Las coplas de Olentzero se recitan mientras se recorre el pueblo recogiendo aguinaldos. La canción más popular empieza así:

Olentzero joan zaigu, mendira lanera, intentzioarekin, ikatz egitera….

En otra versión se canta que Olentzero tiene capones y huevos para merendar y que viene con una bota de vino. Las letras alternan entre describir al personaje como cabezón y vestido de conocimiento o falto de entendimiento, lo que refleja la ambivalencia de su carácter: sabio para unos, grotesco para otros.

La quema del muñeco y el tronco de Navidad

En muchos pueblos, se fabricaba un muñeco de paja y trapos que representaba a Olentzero. Al caer la noche del 24 de diciembre se lo paseaba por las calles, pidiendo comida o vino, y luego se lo quemaba en la plaza. El fuego tenía un sentido purificador: liberaba a la comunidad de lo viejo y permitía entrar en el año nuevo sin lastres. En otras zonas, la quema no era práctica habitual; el muñeco se guardaba para años posteriores o se destruía simbólicamente.

Ilustración de la figura de Olentzero ardiendo en una hoguera, rodeado de personas que lo observan en la plaza de un pueblo, bajo un cielo estrellado con la luna. La escena refleja una tradición navideña en la que se quema una figura simbólica mientras los habitantes contemplan el fuego.

Paralelamente, en los hogares se encendía un tronco de Navidad que debía arder desde Nochebuena hasta Nochevieja; sus cenizas se conservaban para proteger la casa durante el año. Esta tradición, común en todo el Pirineo, refuerza la asociación de Olentzero con el fuego y el renacer.

Comida y bebida

La gastronomía forma parte del ritual. Durante la kalejira, los grupos que acompañan al muñeco recogen productos como txistorra, chorizo, huevos, talo, vino y sidra. Estos alimentos se comparten luego en una merienda festiva. Algunas canciones mencionan que Olentzero viene con capones y una bota de vino, destacando su gusto por la buena mesa. En la actualidad, muchas ikastolas preparan merendolas con productos locales como parte de la celebración.

Animales y acompañantes

En los desfiles, Olentzero suele ir acompañado de animales de granja y de personajes mitológicos como los Galtzagorri (duendes de pantalón rojo), las Lamias, Mari, Tartalo y el Basajaun. En Pamplona, el desfile incluye bueyes, cerdos, ovejas, cabras y gansos. En Izenaduba Basoa, el burro Napo es el ayudante fiel de Olentzero y reparte regalos en Navidad.

Fecha y cronología

Aunque la fiesta se celebra principalmente el 24 de diciembre, en algunos pueblos de Navarra el desfile tiene lugar el 22 o 23 de diciembre. La diferencia de fechas permite que músicos y animadores se repartan entre distintas localidades. La llegada de Olentzero marca el inicio de la Navidad en la cultura vasca, mientras que los Reyes Magos cierran las fiestas el 6 de enero.

Significado e impacto cultural

Renovación, generosidad e identidad

Olentzero simboliza la renovación del tiempo. Su aspecto viejo y su desaparición bajo el fuego representan el fin del año y el renacimiento de la vida. Para muchos vascos y navarros, el carbonero encarna la generosidad: reparte regalos, alimentos y alegría, recordando que compartir es fundamental para la comunidad. El hecho de que sea un trabajador humilde que vive en el bosque también subraya la dignidad del trabajo manual y el vínculo con la tierra.

Ilustración de una fogata encendida en un paisaje nevado, rodeada de árboles cubiertos de nieve, bajo un cielo estrellado con la Vía Láctea visible.

Desde el punto de vista identitario, Olentzero es un símbolo de resistencia cultural. A diferencia de Papá Noel, importado de culturas anglosajonas, el carbonero surge de la tradición local y se ha mantenido a pesar de las prohibiciones políticas o religiosas. En época franquista, la celebración siguió viva en Lesaka y en localidades ocultas. Su resurgimiento a finales del siglo XX coincide con la revalorización de la lengua y cultura vascas.

Valores educativos y feministas

La incorporación de Mari Domingi responde a una búsqueda de igualdad de género y de visibilización de las mujeres en el folclore. Al presentar a una mujer pastora y agricultora como compañera de Olentzero, se transmite un mensaje de corresponsabilidad en el reparto de tareas y regalos. Además, muchas escuelas utilizan la tradición para enseñar la lengua vasca, la historia local y los valores de solidaridad.

Otras figuras tradicionales navideñas en España

En la tradición navideña española, existen diversas figuras que traen consigo magia y regalos, pero cada una tiene un lugar especial dentro de las distintas regiones. Olentzero, el carbonero vasco, marca el inicio de la Navidad en muchos hogares, especialmente en el País Vasco, donde su llegada el 24 de diciembre da inicio a las festividades. Sin embargo, fuera de esta figura, hay otras que igualmente juegan un papel esencial en las celebraciones navideñas. En Galicia, el Apalpador se encarga de traer regalos a los niños durante la noche de Navidad, un personaje de la tradición gallega que, al igual que Olentzero, está relacionado con la montaña y la naturaleza, representando al hombre sabio y generoso que, con su gran barriga, deja regalos a los niños mientras duerme.

En otras zonas del norte de España, como Asturias y Cantabria, es habitual encontrar la figura del Anguleru, que es un personaje con una conexión directa con el mundo rural. Este misterioso ser, aunque menos conocido que Olentzero, también forma parte del folklore navideño, trayendo consigo la tradición de los regalos para los más pequeños. En Cataluña, el Tió de Nadal ocupa un lugar central, siendo un tronco de madera que, durante las fiestas, se golpea mientras se canta para que “cague” dulces y pequeños obsequios. Este personaje, también conocido como «Caga Tió», es uno de los más queridos por los niños, simbolizando la generosidad de la tierra y la llegada de la Navidad.

Una ilustración que presenta los personajes tradicionales de la Navidad de diferentes regiones del norte de España: Esteru (Cantabria), Olentzero (País Vasco), Apalpador (Galicia) y Anguleru (Asturias). Cada personaje está representado de forma estilizada, caminando en paisajes nevados con árboles, y acompañado de un mapa estilizado de cada región. Esteru aparece montado en un burro, Olentzero lleva una pipa, Apalpador porta un saco, y Anguleru sostiene una linterna.

Por último, aunque figuras como los Reyes Magos o Papá Noel han logrado gran popularidad en la cultura global, personajes como el Esteru en algunas zonas de Galicia y el Caga Tió en Cataluña han mantenido su relevancia en el contexto local, representando costumbres y leyendas que, aunque parecidas en algunos aspectos, reflejan el rico mestizaje de las tradiciones navideñas españolas. En muchos hogares, estas figuras no se perciben como competencia, sino como complementos que enriquecen el espíritu de la Navidad, ofreciendo una variedad de símbolos que enlazan con el folklore, la magia de las festividades y el sentimiento de comunidad.

Celebración contemporánea

Eventos y cabalgatas

Hoy, la cabalgata de Olentzero es uno de los eventos más esperados en ciudades vascas y navarras. En Pamplona, la Asociación Amigos de Olentzero organiza un desfile con animales, carros y decenas de músicos. Más de 800 personas participan como actores, llevando vestidos tradicionales y repartiendo caramelos. El recorrido suele terminar en la plaza del Ayuntamiento, donde el alcalde recibe a Olentzero y se entonan canciones en euskera.

En Bilbao y Vitoria-Gasteiz, las cabalgatas incluyen grupos de danzas regionales, gigantes y cabezudos. Muchas asociaciones aprovechan el evento para recaudar fondos destinados a proyectos sociales. En pueblos pequeños, el acto se mantiene íntimo: un muñeco de paja recorre las calles acompañado de vecinos; en otras localidades se invita a un voluntario a personificar al carbonero, como ocurre en Lesaka.

Ilustración de Olentzero sentado en un carro en una plaza, rodeado de niños y una multitud, mientras se celebra una fiesta nocturna con luces y decoraciones navideñas.

Educación y escuelas

Las ikastolas desempeñan un papel fundamental en la preservación de la tradición. Además de organizar kalejiras y talleres, enseñan a los niños las canciones y la historia de Olentzero. Se elaboran manualidades donde los pequeños fabrican muñecos, diseñan cartas y cocinan talo con chistorra. La Federación de Ikastolas promueve que cada centro tenga su propia celebración, adaptada a su comunidad.

Turismo

La Casa del Olentzero en Izenaduba Basoa se ha convertido en un atractivo turístico. Los visitantes recorren el caserío más antiguo de Bizkaia y participan en visitas teatralizadas que explican la mitología vasca. Además de conocer la casa de Olentzero, se encuentran personajes como Galtzagorri, Lamia o Tartalo y se realizan talleres de hierbas medicinales y simuladores 3D. Cada Navidad, la casa abre sus puertas durante varias semanas, con entradas que deben reservarse con antelación.

Otras localizaciones, como la ferrería de Mirandaola en Legazpi y el parque de Lenbur, ofrecen actividades relacionadas con la figura. Algunas empresas turísticas organizan gymkanas digitales en Lesaka para dar a conocer la leyenda y la historia del personaje.

Olentzero, una tradición que sigue viva

La figura de Olentzero sintetiza la unión entre tradición y modernidad. Su origen pagano, ligado al solsticio de invierno y a la renovación de la naturaleza, se ha integrado en la cultura cristiana como anunciador del nacimiento de Jesús. Durante siglos se mantuvo como un rito local en Lesaka y en el valle del Bidasoa, donde los jóvenes quemaban un muñeco de paja y compartían los alimentos recogidos. La llegada del siglo XX, la expansión de las ikastolas y la búsqueda de referentes propios impulsaron su difusión a todo el País Vasco, Navarra e incluso a comunidades en el extranjero.

Hoy, Olentzero convive no solo con Papá Noel y los Reyes Magos, sino también con otras figuras tradicionales de la Navidad que enriquecen las celebraciones en diferentes regiones de España. A pesar de la diversidad de personajes, Olentzero mantiene su identidad como el carbonero generoso que trae regalos, canciones y alegría. Las cabalgatas, los desfiles con animales, las visitas a la Casa del Olentzero y la participación de escuelas y asociaciones aseguran que la tradición siga viva. La incorporación de Mari Domingi, su compañera, simboliza la adaptación a los valores actuales de igualdad y respeto. Así, Olentzero sigue siendo un patrimonio cultural “vivo” que renace cada Solsticio de Invierno, uniendo a familias y comunidades en torno a esta entrañable figura navideña.


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